Las lágrimas de los idiotas

No somos conscientes de la suerte que tenemos.

Quizás suene un poco desmedido, pero viendo las cosas desde un prisma más global tenemos que reconocer que nuestra vida, en comparación con la de otra muchísima gente, es mejor.

Sin ir más lejos la mayoría de los problemas que tenemos nosotros no son nada en comparación con los que tienen otras personas, cuyo objetivo no es vivir sino sobrevivir.

Es curioso ver también como en nuestro propio país, personas que han vivido durante muchos años en la miseria y la oscuridad tengan una forma de ser mucho más tranquila y menos «llorona» que nuestra generación que ha nacido en la mejor etapa de desarrollo de la historia.

Me planteo que quizás es por eso, por la misma razón por la que nuestros abuelos y abuelas tienen más entereza, digamos que más dignidad para con sus acciones, un saber enfrentarse a las vicisitudes que la vida les depara de una manera íntegra, es debido a lo que han vivido a lo largo de sus vidas.

Ellos y ellas sí que han tenido problemas reales, por eso cuando veo que una parte de mi generación se pasa el día lloriqueando por cualquier cosa que les pasa, quejándose de lo dura que es su vida, creyéndose que tienen derecho a todo por el mero hecho de existir, me desquicia bastante.

Quizás el habernos criado entre algodones nos ha hecho más blandos, no lo sé, o quizás con el tiempo y cuando nos caigan «un par de hostias» nos vayamos enterando de qué va la vida, porque parece que a veces sólo nos damos cuenta de las cosas cuando nos patean la cara.

Conforme miro un poco la historia y comparo unas generaciones con otras, le voy dando más sentido a estas frases.

«Los tiempos difíciles crean personas fuertes»

«Los buenos tiempos crean personas débiles»

Ojalá sólo sean conjeturas mías.