Desmontando mitos feministas: «La Violencia Institucional»


Desde un tiempo a esta parte vengo escuchando términos que han salido de la boca de feministas reconocidas como “Barbijaputa”, Irantzu Varela, Leticia Dolera y cía como son el “machismo estructural”, “violencia institucional contra las mujeres”, “sororidad”, “hijos sanos del patriarcado”, “brecha de género”, “terrorismo machista”, etc.

Y claro, después de escuchar un día sí y otro también todos estos conceptos a uno le dan ganas de saber en qué consisten, porque básicamente se limitan a decir que existen dichos conceptos pero no aclaran que significado tienen.

Es por ello que me he puesto manos a la obra para descubrir que significado tienen algunos de estos conceptos.

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En este artículo me voy a centrar en el “machismo institucional o violencia institucional contra las mujeres”, pues bien, después de examinar en artículos y en redes sociales qué es lo que significa este término me he encontrado con este artículo de «Público» en el que se define este fenómeno de la siguiente forma:

Recortes presupuestarios, cuestionar el testimonio, ofrecer información inadecuada, falta de formación de género, presuponer que es una denuncia falsa, androcentrismo de la justicia, falta de voluntad política… . Estas son las múltiples caras de una de las violencias más invisibles y dramáticas: cuando el Estado y sus agentes fallan en la atención y protección frente al maltrato machista.

Reconozco que empiezan muy fuerte, pero no por ello es menos desmontable.

Voy a ir punto por punto, exceptuando el hecho de «ofrecer información inadecuada» porque básicamente no entiendo que quieren decir con ello.

Recortes presupuestarios:

No se puede decir que el hecho de que haya un recorte presupuestario a una partida en concreto signifique una especie de violencia hacia esa partida. Es verdad que entre los años 2010-2014 hubo recortes en el presupuesto destinado a luchar contra la violencia machista, pero no es que hubiera sólo recortes hacia esa partida en concreto, los hubo y mucho más significativos en cuanto a sanidad, obra pública, educación, defensa, seguridad o subvenciones a la agricultura, minería, etc.

¿Podemos decir con esto que existe una violencia institucional contra todas aquellas personas que hagan uso de la Sanidad, de la Educación o de la Seguridad del país?

No, porque en su momento hubo recortes en casi todas las partidas (en Protección Social aumentó el gasto) motivadas por lo que ya todos conocemos sobradamente.

Por lo tanto, no es verdad que el hecho de recortar un presupuesto que poco después fue ascendiendo hasta llegar en el año 2018 a los 159 millones de euros represente una violencia hacia las mujeres.

Cuestionar el testimonio:

Aquí volvemos a lo de siempre, da la impresión de que para esta gente el hecho de que los profesionales cualificados cuestionen el testimonio de las presuntas víctimas es algo que no debe ocurrir y que se debe de creer el testimonio de cualquier mujer que denuncie «per se».

Es sorprendente, o no tanto, que juezas y abogadas lleguen a decir que una persona que denuncie debe ser creída y poco menos que la presunción de inocencia para el denunciado sobra.

El testimonio de cualquier denunciante y del denunciado se tiene que cuestionar siempre para de esta forma encontrar la verdad, mis conocimientos sobre derecho son muy limitados pero esto es algo obvio.

No por el hecho de que nos duela más o menos cualquier tipo de violencia sobre las mujeres es un motivo para dar por bueno el «Yo sí te creo», perdonadme pero esto no va de creer a unos o a otros, va de descubrir lo que ha ocurrido realmente y juzgar en función de lo sucedido, no nos equivoquemos.

Falta de formación de género:

Este es otro de los puntos que se suelen repetir mucho, forma parte de esa matraca que constantemente aparece en medios y en discursos.

A criterio de algunas feministas, y me gusta recalar el «algunas» porque afortunadamente hay pensamiento disidente dentro del movimiento entre los cuales me incluyo, el personal que se dedica a tratar con las supuestas víctimas y con las víctimas confirmadas pues de alguna manera no está lo suficientemente formado para atenderlas y deberían recibir ciertas nociones que los capacitarían para hacer una mejor labor.

No se sabe muy bien que tipo de formación es la que les falta pero aún en el caso de que fuera verdad que hay profesionales que no están del todo cualificados no es algo que sea exclusivo de este ámbito, en la Administración Pública hay de todo y al igual que hay muy buenos profesionales hay otros que son un desastre, como ocurre en el ámbito privado.

No sería algo exclusivo de los profesionales especializados en violencia machista, sería algo generalizado en todos los profesionales.

Presuponer que es una denuncia falsa:

Este argumento está bastante relacionado con el de «cuestionar el testimonio» porque volvemos a lo mismo y aquí especialmente creo que se está cayendo en un error grave.

Se está diciendo que desde las instituciones se presupone que cada vez que una mujer denuncia automáticamente se califica esta denuncia como falsa y que a partir de ahí se cuestiona el testimonio de las mujeres.  ¿De verdad alguien se cree esto?

Es decir, por un lado nos dicen que el porcentaje de denuncias falsas no llega ni al 1% de las denuncias por violencia machista pero por otro lado las mismas instituciones que dicen esto están dando por hecho que todas las denuncias son falsas. ¿No hay ninguna contradicción aquí? Yo creo que sí.

Y no sólo esto, es que como en cualquier procedimiento judicial no se puede creer a una parte porque sí y a la otra parte sentenciarla directamente, existe la presunción de inocencia y por tanto se ha de demostrar que lo que se le está atribuyendo a un denunciado es efectivamente cierto y en consecuencia dictar justicia, no es el denunciado el que tiene que demostrar que es inocente.

Androcentrismo de la justicia:

Este concepto tendría su significado en el supuesto de que las mujeres que están capacitadas para poder ejercer en los juzgados pues no estarían representadas de forma adecuada, todo giraría en torno a los hombres jueces que serían el foco de atención y las mujeres juezas pues tendrían un papel residual o muy poco significativo.

Pues bien, si vemos los datos proporcionados por el Consejo General del Poder Judicial en el artículo titulado «Las mujeres representan ya el 62,5% de los miembros de la Carrera Judicial de menos de 51 años» podemos observar que las mujeres son mayoría en los siguientes juzgados:

porcentaje de mujeres en juzgados.jpg

Con esta imagen vemos que ni mucho menos la mujer tiene un papel residual, al contrario.

En lo que sí se centra esta crítica es en la poca representación que tienen las mujeres en el Tribunal Supremo, ya que este Tribunal está formado por 81 personas de las cuales 10 son mujeres, lo que supone un 12’34%. Es obvio que esta cifra es muy baja pero hay que tener en cuenta que la incorporación de la mujer a este tipo de profesiones como a otras tantas fue mucho más tardía, debido por supuesto al machismo, y por lo tanto es normal que sea más difícil llegar a un escalafón tan alto como es el Tribunal Supremo, no hay más que ver las edades de todos los miembros que lo componen, los magistrados que han compuesto el tribunal para el «procés catalán» tienen una media de edad de 63 años.

Falta de voluntad política:

En este último punto habría que preguntarle a esta gente que es lo que entienden por «falta de voluntad política», pero yo me pregunto lo siguiente:

¿Es falta de voluntad política aumentar cada año el presupuesto para luchar contra la violencia machista?

¿Es falta de voluntad política que una jueza como Manuela Carmena diga que la violencia está incardinada en el ADN masculino?

¿Es falta de voluntad política que todas las instituciones gubernamentales se vuelquen con la pasada manifestación del 8 de Marzo?

¿Es falta de voluntad política que se riegue continuamente con subvenciones a organizaciones feministas?

¿Es falta de voluntad política que la vicepresidenta de España, Carmen Calvo, diga que «las mujeres tienen que ser creídas sí o sí»?

En fin, creo que queda desarticulado este concepto que se repite continuamente y que forma parte del panfleto que nos intentan colar de forma diaria.

Es importante quitarse el miedo a cuestionar ya no sólo estos planteamientos sino nuestros propios planteamientos o los de cualquier persona sobre cualquier tema, si no damos la batalla de las ideas estamos dejando que en el terreno de juego sólo queden los «activistas zombies» y los populistas.

 


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