Así se titula la Regla 4 del libro «12 Reglas para vivir: Un antídoto al caos» del psicólogo canadiense Jordan Peterson, en la que destacaré algunas de las impresiones que me han parecido más interesantes.
Una de ellas es la de reconocer que no somos iguales ni en habilidades ni en los resultados que conseguimos, y que nunca lo seremos. Esto parece algo sencillo pero que nos cuesta asumir, pero por mucho que yo lo intente no voy a poder jugar al fútbol como Luka Modric o al baloncesto como Kevin Durant.
Este fragmento que voy a transcribir del libro me parece que es clave:
«Quizá sobrevaloras lo que no tienes y desprecias lo que sí. La gratitud tiene cierta utilidad real, supone una buena forma de protección contra los peligros del victimismo y el resentimiento».
Esto no deja de ser una característica muy humana, la de ansiar mucho las cosas que no tenemos y que queremos y a su vez restarle valor a lo que ya tenemos, dando por supuesto que lo que ya tenemos va a ser eterno.
Justo después de esto, Peterson nos ilustra como tendemos en muchas ocasiones a compararnos con otras personas y para ello dice lo siguiente:
«Cuando la crítica interior te fustiga con este tipo de comparaciones, las cosas funcionan de la siguiente forma. Primero, elige arbitrariamente un único ámbito de comparación (por ejemplo, la fama o el poder) que pasa a presentar como si fuera el único que tuviera importancia. Después, te compara de forma negativa con alguien verdaderamente destacado en ese ámbito.»
Esto que expone Peterson es algo que nos ocurre con frecuencia, ¿cuántas veces no nos hemos comparado con otra persona en cualquier aspecto de la vida?, como por ejemplo:
Una mujer ve que su vecina tiene un coche mejor que el suyo y elige de forma exclusiva esa característica de la vida para justificar que, a su juicio, la vida de su vecina es mejor que la suya sin pararse a considerar el resto de variables que influyen.
Esto es algo que ocurre continuamente, a veces pensamos que una persona al ser muy buena en un determinado aspecto es a su vez igualmente de buena en los demás y que tiene una vida maravillosa, pero probablemente no sea así y tenga sus decenas de problemas como los tiene cualquier ser humano.
Es por esto que en lugar de compararnos con los demás debemos compararnos con nosotros mismos y con aquella versión de nosotros mismos que queremos conseguir, incluso aunque la versión que ansiemos no la hayamos tenido nunca. Para ello, ve fundamental que negociemos con nosotros mismos, que no nos auto-tiranicemos.
Negociar con uno mismo implica que no podemos decir «voy a trabajar o estudiar 10 horas sin descanso ninguno y así todos los días» porque al final acabaremos asqueados de nosotros mismos y por tanto desconfiaremos de nosotros, de «ese tirano».
Por ello debemos negociar y para esto nos dice lo siguiente que debemos decirnos a nosotros mismos.
«De acuerdo, no nos hemos llevado demasiado bien hasta ahora y lo siento, pero estoy intentando mejorar. Seguro que seguiré cometiendo errores, pero haré lo posible por escucharte si tienes objeciones e intentaré aprender.»
Esto implica el premiarnos de alguna forma por cumplir los objetivos que nos vamos marcando, si simplemente nos planteamos los objetivos y si los vamos logrando no notamos que merece la pena seguir es probable que al final acabemos hasta la coronilla y lo dejemos.
Si te has propuesto estudiar 3 horas por la tarde y cumples, puedes premiarte con un dulce o con algo que te guste, así de esta manera tendremos más motivos para volver a hacerlo y nos sentiremos más cómodos con nosotros mismos.
Otro motivo que nos da al hecho de premiar nuestra consecución de las metas que nos proponemos es el de que también damos por sentado muchas veces que no necesitamos ningún tipo de motivación para lograr estas metas. Que simplemente tenemos que hacerlo porque hay que hacerlo, y para esto también dice lo siguiente:
«No te digas: No debería hacerme falta algo así para motivarme. ¿Y tú que sabes de ti mismo? Eres, por un lado, la cosa más compleja que hay en todo el universo y, por otro, alguien que ni siquiera es capaz de ajustar la hora en el microondas. No sobrestimes tu conocimiento de ti mismo»
Compararnos con otras personas y seleccionando de forma arbitraria los elementos que más nos interesan para crearnos nuestra narrativa de «que mal me va en comparación con aquel» sólo nos pueden traer consecuencias más bien negativas. Por todo esto es bueno que nos comparemos con nosotros mismos y que seamos la mejor versión que podamos ser, pero que para lograrlo negociemos con nosotros mismos y que no nos tiranicemos.
«Compárate con quien eras tú antes y trata de ser cada día un poco mejor que el anterior»