No es ningún mantra, el dinero de los contribuyentes está mejor en sus bolsillos.


La actual ministra de Hacienda, Maria Jesús Montero, dijo el pasado mes de Julio que es un «mantra» que el dinero de los contribuyentes donde mejor está sea en los bolsillos de dichos contribuyentes.

Insinuó que es peligroso tener según que debates sobre las reducciones de impuestos porque pondrían en peligro las prestaciones públicas.

Es curioso que le parezca «peligroso» que se puedan tener debates sobre los impuestos cuando estos se sustentan en base a la violencia estatal, si una persona se niega a pagar impuestos, en última instancia, lo envían de manera forzosa a una habitación cerrada o dicho de otra forma, a la cárcel.

Ya no sólo sería interesante tener el debate sobre si son necesarios los impuestos sino sobre si son legítimos y éticos. Ya que, como su propio nombre indica, estamos hablando de algo que no es voluntario sino que es «impuesto», y este posiblemente sea un debate que no interesa a casi ningún político ya que mantienen su poder esencialmente de esta manera.

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Pues bien, no es ningún mantra que el dinero que los ciudadanos han conseguido mediante sus labores profesionales esté mejor en sus manos que en las manos de un ejército de burócratas.

Existen varios motivos por los que esto es así:

En primer lugar, porque nadie mejor que el propio ciudadano para saber en qué quiere gastar el dinero que tiene, qué sanidad quiere, que servicios prefiere, etc. Suponer que unos funcionarios están más capacitados que los propios ciudadanos para escoger por ellos es precipitado y sugiere que «para crear esa riqueza sí que están capacitados los ciudadanos pero para gestionarla ya no». 

Este paternalismo estatal al que estamos ya tan acostumbrados y que vemos como normal tendría que ir transitando a que cada ciudadano pueda libremente elegir los servicios que quiera.

Otro motivo para erradicar impuestos, o al menos bajarlos de forma sustancial, es el de que a través de la recaudación de estos impuestos el Gobierno de turno genera unas redes clientelares mediante el «riego» continuo a funcionarios (empleados), lobbies y organismos dependientes del Estado. Si cualquiera de estos agentes es consciente de que con un cambio de Gobierno puede peligrar su posición verá con malos ojos ese cambio de Gobierno, por lo que de alguna manera ese actual Ejecutivo tiene votantes pagados.

Por otra parte, no necesariamente una reducción del gasto se traduce en peores servicios públicos ya que incluso con los recortes del PP la Sanidad Española se mantuvo entre las mejores del mundo, todo esto a pesar de que aumentaron muchísimo los impuestos para poder mantener un gasto hipertrofiado y una deuda galopante.

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Por tanto, no es verdad que ni una bajada de impuestos se traduzca en peores servicios públicos ya que la cuestión iría más bien encaminada a la gestión de esos recursos gigantescos, ni tampoco es verdad que el dinero donde mejor está es en las manos de los políticos de turno y de aquellos a quien los políticos permiten que gestionen ese dinero.

Hay que devolver a los ciudadanos lo que siempre les ha pertenecido y lo que de forma sistemática se les arrebata mediante la violencia estatal: su dinero.


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