Se nos acusa a los liberales, y a veces con razón, de que al hablar del liberalismo nos centramos más en las cuestiones económicas que en las cuestiones sociales, y creo que es parcialmente cierto.
Quizás sea por mera inercia, pero este hecho hace que mucha gente no se sienta para nada atraída con las ideas liberales y se sienta más identificada con el discurso y la narrativa socialista, por poner un ejemplo.
En esta ocasión me quiero centrar únicamente en mostrar porqué el liberalismo ideal es mucho mejor que el socialismo ideal, mostrando las grandes diferencias entre uno y otro.
Una de las bases del socialismo es la destrucción de la propiedad privada de los medios de producción (no confundir con la propiedad privada de los bienes obtenidos por el trabajo) y la apropiación por parte del Estado de estos medios de producción. Esta idea proclama que ningún medio de producción ha sido obtenido de manera legítima y que ha de ser el «pueblo», a través del Estado, el que controle estos medios de producción.
El liberalismo se opone a esto en tanto en cuanto un medio de producción que haya sido adquirido por vía legítima no tiene porqué ser expropiado a su dueño, es más, este medio de producción es una de las vías que tenemos los humanos para llevar a cabo nuestros proyectos vitales, es decir, nuestro plan de vida.
Por tanto, atentar contra un bien adquirido de forma pacífica y legítima para cualquier fin (por muy noble que sea) es un ataque contra la libertad individual de las personas, aunque más adelante veremos que al socialismo lo que le preocupa no es el individuo sino el colectivo.
Por otro lado, el socialismo ideal perseguiría la consecución de la «igualdad social» que se sustentaría en tres pilares:
-Igualdad ante la ley.
-Igualdad de oportunidades.
-Igualdad de resultados.
Este argumento encajaría perfectamente con el liberalismo ideal sino fuera porque la «igualdad de resultados» es del todo imposible y liberticida.
Una igualdad de resultados implica que todas y cada una de las personas que conforman una sociedad deberán obtener los mismos resultados independientemente de sus capacidades. ¿Por qué es inviable?
Porque de la misma manera que no podemos pretender que una persona juegue igual de bien al baloncesto que Stephen Curry, aunque le demos todos los medios posibles para que logre hacerlo, tampoco podemos pretender que todo el mundo consiga los mismos resultados. Una cosa es pretender que todo el mundo tenga las mismas oportunidades para así poder desarrollar sus planes vitales y otra muy distinta ejercer de ingenieros sociales para que todos obtengamos los mismos resultados.
Es un error creer que todas las personas somos iguales, unas tienen más talento que otras, unas se sacrifican mucho más que otras, y esto es independiente al sexo, raza u orientación sexual. No somos iguales, y por tanto no obtendremos los mismos resultados aunque partamos de la misma posición. Y esto no es nada malo, que una persona que es mucho mejor que yo en un determinado campo es lógico que tenga una mayor recompensa que yo.
Un intento de cercenar esta desigualdad de resultados, a través de la ingeniería social, traería consecuencias indeseables como la desincentivación del éxito personal y profesional, porque si todos vamos a tener los mismos resultados, ¿para qué esforzarnos y diferenciarnos?
La desigualdad de resultados no es algo ni positivo ni negativo, simplemente es. Ni yo voy a tener el manejo de balón y a encestar triples desde 9 metros como Curry por muchos medios que pongan a mi disposición ni nadie va a ser tan buen escritor como Arturo Pérez-Reverte por mucho que lo intente. Cada ser humano conseguirá un resultado distinto, justamente porque somos diferentes.
Por tanto, el liberalismo sí defiende la igualdad jurídica y la igualdad de oportunidades pero se opone frontalmente a la igualdad de resultados.
Volviendo al primer punto, el socialismo defiende la colectividad de la sociedad en tanto en cuanto ningún individuo puede tener los mismos derechos que todo un colectivo (el derecho de la mayoría impera), el liberalismo es contrario al «derecho colectivo» porque un derecho que sólo afecta a unos por encima de otros no es un derecho sino un privilegio, y este privilegio se obtendría mediante discriminación jurídica.
En el liberalismo, el individuo es el sujeto de derecho y por tanto no hay nadie que esté ni por encima ni por debajo del individuo, ni los colectivos, ni las organizaciones y ni tan siquiera el Estado.
Se suele confundir la defensa del individuo en el liberalismo como una especie de apología de la atomización, de ese individuo aislado de la sociedad y esta idea no puede estar más alejada de la realidad. El liberalismo defiende la libre asociación de personas porque es algo innato al ser humano, el ser humano no es un ser que viva aislado del resto de la sociedad. Nos necesitamos los unos a los otros para poder consumar nuestros proyectos vitales, pero esta asociación entre personas ha de ser de forma voluntaria y no forzada. En el socialismo ideal no existe esta voluntariedad, se defiende el colectivismo en todas sus facetas.
Por concluir, el liberalismo defiende mucho más la libertad de las personas de lo que lo hace el socialismo, aunque este último cubra todas sus ideas bajo el velo de la lucha y la igualdad social.