Libertad de expresión: ¿Qué dice Karl Popper sobre prohibir ideas?


En los últimos días, la portavoz del PSOE, Adriana Lastra declaró que el Gobierno prevé incluir en el Código Penal la apología del franquismo, según la socialista Lastra, «En democracia no se homenajea ni a dictadores ni a tiranos».

Este intento del PSOE de sancionar con la ley en la mano ideas contrarias, ha reabierto el debate sobre si estaríamos entrando en las «leyes del pensamiento» y en si habría una especie de «policía del pensamiento».

Todos estos intentos de punir ideas o pensamientos, por muy radicales que sean, no dejan de ser intentos puramente liberticidas y que atentan contra la libertad de las personas. No olvidemos que lo que se castigaría aquí es la posible exaltación y apología del franquismo, pero que como bien dijo Íñigo Errejón, es un boomerang que te puede volver.

¿Por qué no se deben sancionar ideas, apologías o exaltaciones de ningún tipo?

Pues porque ante ideas o razonamientos deleznables como que una raza es superior o inferior a otra por x motivos, que las mujeres son inferiores o superiores a los hombres, discriminación por una determinada orientación sexual, etc. lo que hay que hacer es contra-argumentar ese tipo de ideas y razonamientos por medio de la palabra y del debate. La forma de desarmar unos argumentos ya de por si malos, no es mediante la prohibición o el castigo en el Código Penal, sino dejando ver que no tienen ningún tipo de fundamento.

Aquí entra la ya clásica figura de Karl Popper, una vez más vuelve a ser manipulada su «Paradoja de la Tolerancia», en la que Popper no dice que no se deban combatir ideas que se traducen en ataques físicos y que atentan contra la integridad física de las personas, sino que es justamente cuando se produzcan este tipo de acontecimientos cuando deberemos hacer uso de nuestra legítima defensa para combatir estos actos violentos. Pero que mientras que estos razonamientos no traspasen la frontera de las ideas, deberemos combatirlos con ideas.

Esto decía Karl Popper a cuenta de todo esto:

«Menos conocida es la paradoja de tolerancia: La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia. Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que prestan oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos.
Tenemos por tanto que reclamar, en el nombre de tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia.»

Por tanto, como decía el filósofo austríaco, debemos permitir todo tipo de ideas y combatir todas y cada una de estas ideas desde la posición que se nos permite, porque la mejor forma de luchar contra unas ideas que nos parecen aberrantes y totalmente fuera de lugar no es persiguiendo con la ley en la mano y con un Código Penal que nos es favorable en un momento puntual, sino con ideas que desmonten todo este argumentario nefasto.

Cómo bien dice Íñigo Errejón, todo esto es un arma de doble filo y que igual que ahora puede salirle bien la jugada a PSOE y Unidas Podemos, de la misma manera cuando no estén en el Gobierno les puede salir muy mal el hecho de que algunos de sus ministros (Alberto Garzón o el propio Pablo Iglesias) hayan hecho apología de regímenes comunistas como la URSS o la RDA, de regímenes como el de los Castro o de personajes deleznables como el Che Guevara.

Cuidado con todo aquello que, casi por instinto, queremos prohibir a los demás porque quizás un día nos lo quieran prohibir a nosotros.

Con lo cual, mejor dar la batalla de las ideas y desmontar todos estos razonamientos que no prohibir y perseguir las ideas y el pensamiento.

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