Las últimas manifestaciones y huelgas del sector de la agricultura y la ganadería en España han vuelto a poner el foco de atención en los aranceles, tanto en los que afectan negativamente a las frutas y hortalizas españolas (los aranceles de Trump al aceite) como de aquellos que benefician a la agricultura y ganadería española (los aranceles de la Unión Europea).
Estas reivindicaciones son útiles para sacar a colación el debate de los aranceles, qué son, a quién benefician y a quién perjudican.
En primer lugar, los aranceles no son más una serie de impuestos a los productos extranjeros y que se aplican cuando un país importa productos de fuera. Estos impuestos que gravan las importaciones tienen el «objetivo» de desincentivar el uso y el consumo de estas mercancías, a la vez que se busca proteger a las industrias locales de aquellos productos del extranjero que la gente quiere y desea consumir.
Por ejemplo, si en Marruecos es mucho más barato producir frutas y hortalizas y España en un contexto en el que estuviésemos fuera de la Unión Europea y por tanto se pudieran incrementar o disminuir los aranceles (en el contexto de la Unión Europea no se pueden subir o bajar aranceles de forma unilateral por un país miembro) decide que va a subir los aranceles a Marruecos, estaría tratando de acercar el precio (al que el consumidor compra las frutas y hortalizas) de los productos marroquíes al de los productos españoles. De esta forma muchos consumidores podrían pensar que en igualdad de precio, elegirían mejor calidad y por tanto se quedarían con los productos españoles.
¿A quiénes benefician y perjudican los aranceles?
Los aranceles benefician principalmente al pequeño grupo que ve como los productos extranjeros que deberían competir con este grupo, se ven gravados fiscalmente para igualarle en precio. Los aranceles sólo favorecen los intereses de aquellos productores nacionales que, al no poder (o al no saber) reducir sus costes ni bajar los precios para poder competir en un libre mercado, se ven privilegiados al recibir una ayuda estatal que rompe el sistema de competencia.
Que se pudiesen incrementar los aranceles contra Marruecos o Turquía tan sólo beneficiaría a los agricultores españoles, mientras que perjudicaría a todo el resto de la población y, por ende, los consumidores.
En nada beneficia al consumidor que un producto que debería costarle menos le acabe costando más por el hecho de que los productores locales no puedan (por la propia estructura de sus negocios) competir en igualdad de condiciones con los productos extranjeros. Los aranceles son una forma de privilegiar, de forma directa, a una serie de lobbies que se mantienen con vida a costa de parasitar el dinero del resto de la sociedad.
Si un determinado sector no es capaz de competir en igualdad de condiciones con cualquier otro y por tanto necesita de una serie de privilegios estatales para poder subsistir, lo que debería ocurrir es que ese sector tendría que evolucionar y encontrar alternativas que hagan viable su existencia sin tener que parasitar al resto de la población. Si desgraciadamente ese sector no es capaz de, por ninguna de las vías, encontrar la forma de ser viable no podrá seguir ejerciendo su actividad por la propia competencia del mercado.
Algunos argumentos que intentan poner en valor a los aranceles vienen a decirnos que si los quitásemos, dejaríamos a muchas familias y a muchos empleados en el paro, y que por tanto no podemos eliminarlos. Pero por esta misma regla, no podríamos haber dejado atrás numerosos procesos que hoy día nos resultan antiguos porque se quedaron muchos trabajadores en el paro. No podríamos haber dejado atrás el uso de carruajes, ni de gramolas, ni el uso de máquinas de escribir.
Si un sector o empresa necesita absorber el dinero de los contribuyentes por la vía de los aranceles o las subvenciones, porque al final un arancel es una subvención encubierta, es que esa empresa o ese sector es completamente ineficaz e ineficiente.
En el caso de que exista alguna regulación, que las hay, que perjudican la competencia y el desarrollo de estos mismos sectores que están demandando aranceles, lo que hay que hacer es eliminar todas estas regulaciones que impiden que estos sectores y empresas se puedan desarrollar y crecer. Lo que no tienen ningún sentido es que una parte de la sociedad (los consumidores) tenga que pagar directa o indirectamente por aquellos bienes o servicios que no quieren, a través de su compra o de la compra de productos extranjeros con aranceles incluidos.
En definitiva, los aranceles perjudican mucho más de lo que benefician y a mucha más gente de la que benefician, siendo una medida totalmente fracasada y que desincentiva el progreso y la innovación de aquellos sectores a los que privilegia, y a los que busca proteger con este impuesto.