Las consecuencias de limitar los precios en el mercado.


Cada vez que los bienes y servicios dentro de un mercado llegan a tener un alto precio o se incrementa su valor más de lo que lo hacen los salarios, hay quienes se plantean la necesidad de que sea intervenido dicho mercado (en particular) mediante la fijación de precios máximos para tratar de frenar esta subida de precios. De esta manera, el Estado sería quien intervendría la oferta mediante el tope de los precios del bien o servicio en cuestión, esta medida iría dirigida a facilitar el acceso a estos bienes y servicios a aquellas personas que se ven fuera de este mercado y a aquellos que ya disfrutan de este bien o servicio pero a un mayor coste.

El argumento más utilizado, como bien decía Henry Hazlitt en su libro «Economía en una lección» es el siguiente:

Los partidarios de la fijación de precios máximos dicen lo siguiente para justificar la intervención de los precios: Si dejamos la carne (o cualquier otro bien o servicio) a merced de libre mercado, el precio experimentará una elevación por efecto de la disputada demanda, de forma que sólo los ricos podrán comprarla. La gente no tendrá carne, en relación a sus necesidades, sino tan sólo en proporción a su poder adquisitivo. Si mantenemos el precio bajo, todos podrán obtener una parte justa.

Esta argumentación es profundamente errónea, ya que no ha sido gracias a la intervención del Estado por lo que bienes que antes eran prácticamente un lujo poder adquirir como son la vivienda, la carne, el pescado, los ordenadores o los móviles, se han convertido en bienes a los que puede acceder cualquier persona, sino que ha sido gracias a la producción en masa de todo este tipo de bienes por lo que la inmensa mayoría de la población puede acceder y disfrutar de todos estos bienes. No ha sido necesario que aparezca ningún organismo público para decir cuánta carne se ha de producir ni cuántos ordenadores se pueden vender.

Volviendo al tema en cuestión, cuando se establecen precios máximos para una mercancía o para un servicio, se acabarán derivando dos consecuencias de esta medida, a saber:

Una de ellas es que se incrementará la demanda de estos bienes o servicios, ya que al bajar el precio al que se solían adquirir estos productos habrá mucha más gente interesada en adquirirlos. Si, por ejemplo, se estableciera un precio máximo para los móviles iPhone de Apple de 550€, habría muchísima más gente dispuesta a comprar móviles de este tipo que antes de la fijación de este precio máximo. Con lo cual la demanda aumentaría mucho después de esta fijación de un precio máximo, Apple no podría vender sus móviles por más de 550€.

Por otro lado, este incremento de la demanda provocará que se reduzca la oferta, pues este incremento de la demanda al ser fruto no de una situación natural de libre mercado sino de una intervención estatal de los precios, hará que los beneficios de producir dispositivos móviles como los iPhone, caigan. Si caen los beneficios de producir y distribuir teléfonos móviles, caerá a su vez el incentivo a producir y vender estos dispositivos. ¿Para qué vender tantos dispositivos móviles de este tipo si el beneficio a recibir va a ser menor?

Con lo cual, el hecho de limitar los precios máximos de cualquier bien o servicio lo que va a provocar es que se incremente la escasez de este bien o servicio, ya que se retraerá la oferta.

El debate sobre si se han de establecer precios máximos para según que bienes es un debate que siempre está en la esfera pública, actualmente es común escuchar que hay que establecer precios máximos para el alquiler en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona.

Por aquí ya dijimos cuáles eran los principales problemas del aumento del alquiler en ciudades como Madrid y Barcelona, que no es otro que uno de los problemas que hemos mencionado anteriormente que se derivan de la limitación de los precios, que no es otro que la escasez.

En el caso de Madrid y Barcelona no hay oferta para satisfacer a tanta demanda, con lo cual, y como bien dice el profesor Juan Ramón Rallo:

«Si queremos consumo en masa (más vivienda asequible para todos) tenemos que producir en masa (construir vivienda) en aquellos lugares donde la gente quiere vivir«, porque de poco vale la oferta existente en Murcia o Granada para satisfacer la demanda de vivienda en Madrid y Barcelona.

Como ya habremos entendido, si se limitan los precios máximos a los que se pueden vender unos determinados productos bajo la excusa o la intención de hacer asequible su compra para todas las personas de la sociedad y para que nadie se quede fuera, lo que se acabará consiguiendo es que la oferta se reduzca (al reducirse los incentivos y los beneficios derivados de la actividad de venta) encareciendo mucho más los productos que buscaban abaratar con esta intervención de los mercados.

La solución no es otra que la de adecuar la oferta a la demanda, es decir, que si hay una determinada cantidad de gente que desea cualquier tipo de bien o servicio se permita que se cree una oferta que satisfaga las necesidades y los deseos de esta demanda. Si queremos más carne, se tendrá que producir más carne. Si queremos más vivienda, se tendrá que producir más vivienda. En el caso de que queramos más iPhones no es tan sencillo de aplicar, ya que Apple tiene una serie de particularidades que le hace poder vender sus dispositivos a ese precio, como son la calidad de esos productos, la diferenciación con la competencia, la estructura de su modelo de negocio, la fiabilidad que proporciona, etc. Por tanto, en este caso la solución estaría en que otra empresa copiara a Apple y quisiera vender los móviles por debajo del precio por el que lo hace Apple. También en el caso de Apple, sus consumidores suelen valorar mucho el prestigio que da la marca, por lo que es complicado arrebatarle consumidores a Apple.

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Con lo cual, intervenir los precios máximos a los que se pueden ofertar los bienes y servicios lejos de hacer más accesible estos bienes y servicios para toda la población lo que provoca es desabastecimiento y, por lo tanto, un encarecimiento de la oferta existente.

 

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