Ayer escuchábamos al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su intervención decir que dada la situación en la que nos encontramos se están orientando algunas de las múltiples fábricas de este país en crear y proporcionar cualquier tipo de instrumento o herramienta que sea de utilidad para los hospitales y para hacer frente a esta crisis del Coronavirus. Fábricas productoras de mascarillas que han sido intervenidas y que dedican su producción íntegramente a abastecer a los hospitales de todo el país, fábricas de producción de ron y bebidas alcohólicas que han sido reconvertidas en fábricas de producción de alcohol para uso sanitario, fábricas manufactureras que están re-orientando su producción a la creación de mascarillas, etc.
Todo este tipo de actuaciones, es decir, orientar la capacidad productiva de un país a producir unas determinadas mercancías (en este caso para suministrar productos sanitarios pero que históricamente ha sido para producir armamento) es lo conocido como «economía de guerra».
Por supuesto, una economía de guerra implica muchas más actuaciones que actualmente no se están produciendo al no tratarse de una economía de guerra al uso, ya que no nos enfrentamos a una guerra con ningún país ni contra ningún organismo terrorista sino que se trata de una «guerra» contra una epidemia, por lo que la re-orientación de las fábricas va dirigida a la función de creación y abastecimiento de productos sanitarios.
La cuestión es que Sánchez, durante su discurso, avisó que hasta la economía de guerra podría crear riqueza:
Es decir, que según Sánchez, el re-orientar las producciones de las fábricas que tengan la capacidad para re-orientarse en fábricas de auto-abastecimiento de material sanitario puede crear riqueza.
Esto no es algo que provenga del propio Sánchez, sino que ya lo decía Keynes en su libro «Teoría general del empleo, interés y la moneda».
Dicho de otra forma, se está diciendo que si en lugar de fabricar los productos que normalmente fabrican esas empresas (Ron y alcohol como bebida, manufacturas, etc) se crean productos y material para luchar en esta «Guerra contra el Coronavirus», de alguna manera se está creando riqueza.
Y este es un error que ya lo cometió Keynes en su día, es decir, si tu orientas toda la actividad productiva de un país a la creación de un determinado tipo de producto (sea el que sea) claro que puedes llegar a crear un mínimo de riqueza, si exportas ese producto, etc, pero la cuestión no es esa, sino al coste al que has tenido que crear esa riqueza.
Existe una anécdota muy conocida sobre Milton Friedman al respecto, a Friedman lo llevaron a ver como se construía una inmensa infraestructura en China y se quedó perplejo al ver como había una gran cantidad de trabajadores con palas y no había ni una sola máquina ni excavadora, la respuesta de los funcionarios chinos fue que «las palas crean más trabajo que las máquinas». La respuesta de Friedman fue magnífica: «¿por qué no usáis cucharas entonces en lugar de palas?, así necesitaréis más hombres y durará más tiempo la construcción».
Si en lugar de fabricar los bienes de consumo que quiere consumir la gente nos dedicamos a producir otros bienes, no estaremos creando más riqueza de la que estamos destruyendo sino al contrario, crearemos un poco de riqueza al coste de destruir mucha.
Por tanto, la «tarta de la riqueza» lejos de aumentar de tamaño, lo que hace es reducirse mucho. Es aquí donde también entra la «Falacia de la ventana rota» por la cual bastantes economistas de corte keynesiano argumentan que hasta las destrucciones pueden crear riqueza, al tener que volver a construirse lo que estaba anteriormente situado.
Por ejemplo, si rompen el cristal de una zapatería, el zapatero tendrá que gastar el dinero que podría haber dedicado a cualquier otra cosa en comprar un nuevo cristal, el cristalero obtendrá dinero por haber vendido ese cristal, con ese dinero podrá comprar pan, pescado o verdura, favoreciendo al tendero, y así hasta que nos de la imaginación. El problema de esta teoría está en el «coste de oportunidad», es decir, el zapatero bien podría haber ahorrado ese dinero para reinvertir o invertir mejor ese dinero, para comprar cualquier otro producto como pan,pescado o verdura, y sin la necesidad de haber destruido un bien como es el cristal y de haber gastado ese dinero que bien se podría haber invertido de una mejor forma.
En economía, y en cualquier aspecto de la vida, son importantes las cosas que se ven pero también son muy importantes las cosas que no se ven, por lo que no podemos asumir sólo las cosas que vemos.