Ciudadanos, ¿echáis de menos vuestras libertades y derechos?


El Estado de Alarma se está haciendo más largo de lo que se esperaba, días y días sin prácticamente poder salir a la calle, casi un mes que seguramente se vaya a alargar de nuevo y que a pesar de las mil y una variedades de ocio que tenemos a nuestra disposición en casa, el no poder disfrutar de la libertad que nos pertenece como seres humanos no lo compensa nada, nada en absoluto.

Es en un momento tan excepcional como este en el que nos damos cuenta de lo preciadas que son nuestras libertades individuales y nuestros derechos como personas, como bien dice el dicho: «No sabe uno lo que tiene hasta que lo pierde». O más bien, damos por sentado que no vamos a perder ningún tipo de derecho o libertad en ningún momento de nuestras vidas, lo que nos hace tremendamente ingenuos y peores.

Algunos de estos derechos tan fundamentales como el derecho a la libre circulación, el derecho a la propiedad privada, el derecho a la intimidad, el derecho de reunión y manifestación, el derecho a la libertad y seguridad personales quedan suspendidos o muy restringidos durante este Estado de Alarma, esto conlleva a la mayor restricción de derechos y libertades desde que se instauró la democracia en España, con lo cual no es ningún tipo de locura decir que esto es lo más parecido a una dictadura que hemos visto y vivido desde el fin de la «Dictadura Franquista».

Por cierto, un Estado de Alarma que en la CE no prevé la suspensión de tales derechos, algo que sólo es aplicable al Estado de Sitio y al Estado de Excepción, por lo que parece más bien que estamos bajo un Estado de Excepción de facto.

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Que puedan geo-localizarnos a través de dispositivos móviles, que puedan expropiar e incautar la propiedad privada y la producción de cualquier empresa, que el mayor poder que poseen las autoridades policiales se pueda ver traducido en abuso policial, son algunas de las cosas que denotan el excesivo uso del artículo 116 de la Constitución en nuestro país.

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No deberíamos olvidar que no son ni los Estados, ni ningún tipo de religión, ni una persona en particular, ni ningún lobby quienes nos otorgan ni nos conceden una serie de derechos y libertades, sino que esos mismos derechos y libertades son inherentes a nosotros desde el mismo momento en que nacemos, es por nuestra condición de «ser humano» por lo que disfrutamos de estos derechos y de las consecuencias (positivas y negativas) aparejadas a ellos.

En una situación de este calibre, no voy a negar que no sea necesario aplicar el Estado de Alarma, lo que si quiero poner en valor es que no deberíamos aceptar con normalidad el haber tenido que llegar hasta este punto, ni que se esté abusando de nuestros derechos y libertades de forma sistemática y sin ningún tipo de control ni límite. El que nos priven de nuestras libertades más esenciales durante, al menos, un mes es algo que ninguno de los que estamos viviendo esta situación vamos a olvidar nunca, o al menos no deberíamos olvidar.

El hecho de que podamos salir a la calle sin mayor objetivo que dar un simple paseo, el ir tranquilamente a comprar, al cine, al trabajo, a bebernos una cerveza con los amigos, a tomar café, etc, es algo que hoy en día dábamos por «sempiterno» pero que ya hemos comprobado que a la mínima que nuestra sociedad se tambalea, es algo por lo que no podemos dejar de pelear y luchar.

En estos momentos, vemos como si bien los Estados son los que han de garantizar que todo ciudadano pueda ejercer libremente sus derechos y libertades, ya que es de las pocas razones por las que algunos justificamos la existencia de los Estados, también son los Estados los que se arrogan la capacidad de privarnos de estos mismos. En este sentido, no existe ningún tipo de control para evitar que los Estados ejerzan su autoridad sin ningún tipo de límite, en última instancia, no existe ningún mecanismo para repeler su capacidad autoritaria e impositiva.

Como ya digo, esto debería llevarnos a pensar que no todo en la vida es eterno, no me refiero a algo tan natural como que todos nos vamos a morir o a que nos puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento, sino que no deberíamos dar por sentadas ciertas cosas que, a la vista de las circunstancias, pueden cambiar de un momento para otro de manera radical.

«Mayor concentración de poder por parte del Estado también implica mayor capacidad de restricción de libertades y de imposición de normas con mayor dureza», es por esto por lo que hay quienes abogamos por una reducción del tamaño del Estado y del poder que retienen.

La mejor forma de evitar una mayor concentración de poder por parte del Estado es descentralizando lo máximo posible su poder y devolviéndoselo a la sociedad civil.

 


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