«No puedes dominarlo, ninguno de nosotros puede, el anillo único sólo responde ante Sauron, no tiene otro señor».
Así fue como respondió Aragorn a Boromir durante el «Concilio de Elrond» ante la ingenua ilusión de éste de poder controlar el anillo de poder. El Capitán de la Torre Blanca de Gondor soñaba con poder controlar el arma de su enemigo contra él, aún habiendo comprobado que ni Isildur, el último Rey de Gondor, pudo hacerlo.
Isildur no fue el único que cayó bajo la corrupción del anillo único de poder, también lo hizo con Gollum y lo habría hecho con Bilbo si no hubiera sido por la ayuda de Gandalf.
Algo muy similar ocurre con la figura de la política y el Estado, este ente ya puede estar compuesto por figuras y personalidades muy variopintas, desde un lado de la esfera política hasta la otra, que nunca dejará de ser lo que es, y que nunca dejará de comportarse de la forma en que se comporta, a saber:
Un Estado nunca dejara de ejercer poder coercitivo sobre una población a través de sus múltiples mecanismos como el control del monopolio de la violencia, que servirá para poder arrebatar a los ciudadanos una parte de cada una de las rentas que genere bajo la amenaza (en última instancia) de cárcel, para generar la sensación de miedo y de falso respeto a la figura estatal, para poder aplicar una serie de leyes que si bien sirven para garantizar nuestras libertades y derechos también pueden ser usadas para atentar contra estos, y en definitiva para poder ejercer un poder de opresión para el cual no hay ningún tipo de control por parte de la ciudadanía. No disfrutamos de las libertades que deberían sernos respetadas por el hecho de haber nacido como seres humanos, sino que se nos respetan únicamente aquellas que considera el Estado, que se arroga como el juez que decide lo que está bien y lo que está mal.
Son muchos los que creen que a través de la política se puede llegar a controlar un Estado e incluso a reducir su poder, pero la evidencia histórica nos dice que no sólo no se ha reducido el tamaño de los Estados a lo largo de estos años sino que ha aumentado o (en el mejor de los casos) mantenido igual.
Precisamente Boromir era un guerrero que combatía contra el Estado (Sauron) y que libró arduas batallas en su contra, pero cayó en el error de muchos otros de creer que podría utilizar el arma del enemigo, el anillo único (la política), contra él.
La tentación de ser corrompido y de incrementar el poder que uno tiene en política es algo de dimensiones incalculables, no se trata de que una serie de personas puedan actuar de forma distinta a otras en la forma de hacerlo (distintas políticas sociales o económicas), es que no dejarán de actuar de la misma forma en el fondo, y esto es que no dejarán de tratar de retener e incrementar su poder.
Supongamos que de verdad existe algún político (que lo habrá) que entre en la política con las firmes convicciones de reducir el tamaño del Estado y de devolver poder a la sociedad civil, un político que no se dejará corromper, ¿acaso creemos que la propia maquinaria del partido no hará que esa persona no llegue a las capas más altas del partido sabiendo que lo que hará si está en el poder es reducir el poder de ese partido?
Un Estado no sólo acumula más poder sólo con el dinero que tiene a su disposición para gastar a través de la extracción de rentas y patrimonio a la ciudadanía, sino con el poder que puede tener sobre la población a través de leyes y del control coercitivo de la vida de las personas.
¿Qué incentivos puede tener un Gobierno para tratar de reducir el poder que ellos mismos tienen?
¿De verdad alguien cree que una persona o un conjunto de personas que tienen un determinado poder van a reducir o ceder ese poder de forma voluntaria?
El ejercicio de poder es algo que nos encontramos en todas partes y ámbitos de la vida, es un «vacío» que nunca queda desocupado, siempre habrá alguien que ocupe el mando y el ejercicio del poder. Si este ejercicio de poder lo vemos en nuestro día a día e incluso todos nosotros lo ejercemos en algún momento de nuestras vidas, como una madre que tiene el poder sobre sus hijos, un hermano mayor que lo tiene sobre el pequeño, un banco que lo tiene sobre una familia hipotecada, un jefe que lo tiene sobre sus subalternos, una pareja en la que una parte de la relación tiene el control sobre otra, etc, ¿cómo vamos a esperar que un Estado reduzca y ceda voluntariamente una parte de su poder con la inmensa capacidad de actuación y de imposición que tiene, cuando ni siquiera nosotros con un poder infinitamente menor del que ellos tienen vamos a ceder ni un centímetro de poder a nadie?
Hay que ser muy ingenuo para pensar que la decisión de ceder poder va a llegar de forma voluntaria y espontánea por parte del Estado, ha de ser la propia sociedad civil la que sea consciente y reclame la reducción de este Estado y la devolución de competencias a la propia sociedad civil.
Intentar usar el anillo (la política) para destruir a Sauron (el Estado) es algo que no puede resultar exitoso, el anillo único sólo responde ante una sola figura y con un único propósito.
La cuestión estaría en la viabilidad de una mínima existencia de una serie de instituciones que cumplieran funciones similares a las del Estado pero con una diferencia enorme, que estas fuera elegidas de forma voluntaria y que sólo estuvieran justificadas por unas cuestiones mínimas, como la justicia y la seguridad. Hay otras corrientes que creen que hasta la propia sociedad civil y la iniciativa privada pueden ocuparse de esto, tal y como se afirma y se cree desde el anarco-capitalismo.
Aquellas otras figuras que podrían desempeñar las funciones de seguridad y justicia no tendrían porqué ser como las que hoy conocemos a través de su creación por parte del Estado, sino que podrían ser creadas a través de la voluntariedad y la colaboración de una sociedad civil preocupada por cuestiones como la justicia y la seguridad. Con lo cual no se necesitaría a Sauron para poder atender estas cuestiones.
La conclusión a la que se puede llegar es a la misma conclusión a la que llegó Elrond:
«El anillo debe ser destruido»