Cuando se habla de sindicalismo y de liberalismo parece haber una idea o un cliché muy asentado y es el de que estos dos conceptos son incompatibles entre sí, a saber, el liberalismo rechazaría al sindicalismo o el sindicalismo rechazaría al liberalismo.
«Son salvajes capitalistas, ¿cómo van a estar a favor de los sindicatos?, ¡no tiene ningún tipo de sentido!»
Sin embargo, esta idea no se sostiene por ningún lado, ya que el liberalismo se fundamenta en un pilar básico como es la libre asociación y des-asociación del individuo en organizaciones en las que decida participar voluntariamente, y un sindicato es una organización de individuos que buscan un fin en concreto.
El filósofo y economista Friedrich Hayek decía lo siguiente sobre los sindicatos a la pregunta de si en su sociedad liberal tendrían alguna cabida:
Sin duda. Si yo fuera el dueño de una empresa y los sindicatos no se hubieran
inventado yo los inventaría. Yo querría a alguien con quien hablar que represente a los trabajadores pero no toleraría que ejercieran ningún tipo de control monopolístico.Mientras que los contratos colectivos sean para la gente que los acepte estoy a favor; pero por supuesto todo el problema es que a los sindicatos, especialmente en este país [Reino Unido] más que en los demás, les han ido concedido con el tiempo privilegios que los ciudadanos corrientes no tienen: fundamentalmente, varios usos de la fuerza y la violencia para impedir que otra gente trabaje en los términos en los que trabajan.
En especial, la prevención efectiva de todo uso de la violencia por parte de los piquetes debe llevarse a cabo con todo rigor. Mientras que exista la posibilidad de que unos trabajadores puedan impedir a otros trabajar creo que tenemos una posición intolerable que no es compatible con una economía de mercado operativa. Y estoy convencido de que en un orden de mercado eficiente los sindicatos no pueden tener poder monopolístico de ningún tipo.
Por su parte, el también economista español Juan Ramón Rallo decía lo siguiente en su libro «Liberalismo: Los diez principios básicos del orden político liberal»:
Por ejemplo, en una economía en la que los trabajadores sean superabundantes y el capital muy escaso, los salarios pueden ser reducidos no sólo porque el (escaso) capital sea relativamente mucho más valioso que el (superabundante) trabajo dentro del proceso productivo, sino también porque el reducido número de capitalistas (oligopsonio laboral) tendrá un alto poder de negociación frente a los
trabajadores y podrá presionar los salarios aún más a la baja. Pero en tal
escenario, los trabajadores podrían asociarse en forma de sindicatos para ganar
poder de negociación frente a los capitalistas. El liberalismo no sólo no es
contrario a las organizaciones sindicales o patronales, sino que los considera una
manifestación de la libertad de asociación entre personas y, por tanto, una
herramienta perfectamente legítima para negociar dentro del mercado laboral,
siempre —claro está— que no recurran a la violencia. Por ejemplo, en
noviembre de 1849, la Asamblea Legislativa francesa estaba debatiendo sobre la
prohibición de las «coaliciones industriales» (sindicatos), y Frédéric Bastiat
(1849b) mostró su oposición con los siguientes argumentos:«La palabra coalición es sinónimo de asociación: tiene la misma etimología y el mismo significado. Las coaliciones en sí mismas, al margen de los fines que persigan y de los medios que utilicen, no pueden ser consideradas una ofensa. […] Lo que hemos de decirles a los trabajadores es: «No os vamos a perseguir porque os coaliguéis; tenéis perfecta libertad para hacerlo. Si pedís un incremento salarial, nadie se opondrá a ello. Si actuáis concertadamente, nadie se opondrá a ello. Si queréis ir a la huelga, nadie se opondrá a ello. Si tratáis de usar la persuasión con vuestros colegas, nadie se opondrá a ello. Pero si usáis las armas, la violencia y las amenazas, entonces sí que os llevaremos a los tribunales».
También en un apartado dedicado justamente a los sindicatos decía esto:
Un sindicato es simplemente una asociación de trabajadores dirigida a defender
sus intereses frente a sus empleadores. Dentro de un orden político liberal, el
derecho de afiliación sindical se halla totalmente salvaguardado por el principio
de libertad de asociación: las personas son libres de asociarse para perseguir
cualquier propósito compartido entre todas ellas, incluyendo el propósito de
ganar poder negociador frente a los empresarios. De hecho, como ya expusimos
en el capítulo 8, la sindicación podría ser una herramienta necesaria para
contrarrestar la posición de predominio de la que disfrutan en ocasiones algunos
capitalistas en estructuras de mercado monopsonistas u oligopsonistas. Ahora
bien, también debemos ser conscientes de que la sindicación dentro estructuras
de mercado competitivas puede llevar a que los trabajadores sindicados vean incrementadas sus remuneraciones a costa de reducir las de los trabajadores no
sindicados (o de los afiliados a uniones sindicales con menor poder de
negociación). Dicho con otras palabras, aunque sindicarse siempre es legítimo,
no siempre los sindicatos serán beneficiosos para el conjunto de trabajadores:
sólo cuando algunos trabajadores estén percibiendo salarios por debajo de su
productividad marginal (debido, como decimos, a la existencia de mercados
laborales monopsonísticos u oligopsonísticos) la sindicación será beneficiosa
para unos empleados sin ser nociva para otros.
Por tanto, vemos que el liberalismo no es contrario al sindicalismo sino a un cierto sindicalismo.
El liberalismo es compatible con un sindicalismo laboral que busque la organización de aquellos trabajadores que quieran formar parte de ese sindicato de forma voluntaria, que esté financiado con las aportaciones de sus afiliados y no con ayuda estatal, que no busque la confrontación estructural ni el uso de la violencia como medio para llegar a su fin. Es a través del sindicalismo como los trabajadores pueden ganar poder de negociación con las empresas.
En resumen, el liberalismo no está en contra de los sindicatos «per se», está en contra de los sindicatos tal cual están configurados en una muy buena parte de la sociedad, al igual que lo está también de las patronales.