Ley de la preferencia temporal.


El concepto de «preferencia temporal» es uno de los más importantes conceptos de la Escuela Austríaca y que fue expuesto por el economista y profesor universitario Böhm von Bawerk, uno de los precursores de la Escuela Austriaca de economía y pensamiento.

El profesor von Bawerk utilizó la idea de preferencia temporal para hablarnos de los tipos de interés, pero no me voy a detener en esta cuestión ya que requiere de un análisis mucho más exhaustivo, sino que me quiero centrar en la idea en sí.

De esta manera, muy breve, explicaba von Bawerk la «preferencia temporal»:  

Los bienes presentes, por regla general, valen más que los bienes futuros a igualdad de cantidad y calidad.

Hay que tener en cuenta que siempre que hablamos de bienes se está hablando de bienes no perecederos, no tendría sentido posponer bienes que en un futuro más próximo no estén adecuadamente preparados para su uso y disfrute.

Decía Mises en «La Acción Humana»:

«La satisfacción de una necesidad en el futuro más próximo — permaneciendo iguales las demás circunstancias— se prefiere a la que puede obtenerse en un futuro más distante. Los bienes presentes tienen para él mayor valor que los bienes futuros.»

«La preferencia temporal es una categoría de la acción humana. No es concebible ningún tipo de acción en que la satisfacción más próxima no sea preferida — invariadas las restantes circunstancias — a la sa­tisfacción más lejana. El propio acto de satisfacer un deseo implica que la gratificación presente se prefiere a la satisfacción ulterior. Quien hoy consume cierto bien (no perecedero), en vez de posponer tal consumo hasta un posterior e indefinido momento, proclama bien alto que valora en más la satisfacción presente que la futura. Si el interesado no prefiriera la satisfacción temporalmente más cercana a la más lejana, jamás llegaría a consumir, dejando perennemente insatisfechas sus necesidades. No haría más que acumular bienes que luego nunca llegaría a consumir ni a disfrutar. No consumiría hoy, desde luego, pero tampoco consumiría mañana, ya que ese mañana volvería a enfrentarle con la posibilidad de aplazar una vez más el disfrute.»

Lo que nos están diciendo es algo muy sencillo una vez ya se ha leído esto pero que no siempre se tiene en cuenta, es decir, si emprendemos una acción que va a tener una mayor duración en el tiempo a acciones que tienen menos duración en el tiempo es porque preferimos aquellas que tienen un mayor valor subjetivo para nosotros. A igualdad de condiciones, preferimos satisfacer nuestros fines lo más tempranamente posible.

Por ejemplo, si un estudiante valora más el hecho de tener una carrera universitaria (mayor duración temporal) que el hecho de iniciar de inmediato su vida laboral (menor duración temporal) o de estudiar un módulo (menor tiempo necesario que la carrera universitaria) es porque ese estudiante valora más subjetivamente el tener una carrera universitaria que el hecho de ponerse a trabajar de inmediato. Dicho estudiante prefiere emprender una acción que se alarga en el tiempo más que las otras porque valora subjetivamente más el fin que obtendrá con esa acción que cualquier otra alternativa. Por tanto, la preferencia temporal que tendría sobre la acción de estudiar una carrera universitaria sería una preferencia temporal baja.

De la misma manera, ese estudiante estará dispuesto a posponer esa acción o de alargarla en el tiempo si con ello cree que obtendrá una mayor satisfacción o que mejorará su situación que en el caso de no haberla alargado más en el tiempo.

Otro destacado miembro de la Escuela Austriaca, Hans-Hermann Hoppe, hacía referencia a la «preferencia temporal» en su libro «Democracia, el Dios que fracasó»:

Cuando un actor ejecuta una acción pretende invariablemente pasar de una situación poco ventajosa a otra más favorable, demostrando
así una preferencia por una mayor cantidad de bienes. Tiene también en cuenta el actor en qué momento del futuro alcanzará sus objetivos,
es decir, cuánto tiempo necesitará para realizar su empeño, y cuál será la vida útil de los bienes. Manifiesta pues una preferencia universal
por los bienes presentes sobre los futuros y por los más duraderos sobre los perecederos. En esto consiste el fenómeno de la preferencia temporal.

El hombre, condicionado por la preferencia temporal, diferirá la satisfacción de una necesidad actual sólo si puede prever que con ello aumentará su satisfacción en el futuro. La estimación de la preferencia temporal, que varía de una persona a otra y de un momento al siguiente, es siempre positiva y determina la magnitud de la gratificación de la renuncia a consumir, así como el ahorro y la inversión totales.

Una preferencia temporal alta nos indica que esa persona valora más los bienes presentes en relación con los bienes futuros, mientras que una preferencia temporal baja nos dice que se valoran más los bienes futuros en relación con los bienes presentes, y por tanto prefiere prescindir de cosas en el presente por una mayor satisfacción futura.

La preferencia temporal es aplicable a cualquier aspecto de la vida y marca las decisiones que tomamos, ahora deberíamos preguntarnos si en cuestiones importantes tenemos una preferencia temporal baja o alta.


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