Desmontando el Contrato Social.


La figura del Contrato Social, a través de la cual se justifica la existencia de los actuales «Estado-Nación», es uno de los mitos más comúnmente aceptados por casi toda la sociedad como si de una suerte de fe inquebrantable se tratase, a pesar de haber sido desmontando desde hace mucho tiempo.

Aquí trataré de desmontar esta figura y de hacer ver que los Estados actuales no tienen ningún tipo de validez jurídica, ni por supuesto legítima.

En primer lugar hay que ver lo que es un contrato:

Un contrato es un acuerdo de voluntades que crea o transmite derechos y obligaciones a las partes que lo suscriben. El contrato es un tipo de acto jurídico en el que intervienen dos o más personas Y está destinado a crear derechos y generar obligaciones.

Para que un contrato sea válido tienen que darse una serie de condiciones, unas condiciones que el Estado establece para dar validez a los contratos privados pero que no cumple para sí mismo. Al final, los mismos parámetros que usa el Estado para dar validez a los contratos privados son los que desautorizan su figura y existencia.

Según el artículo 1261 del Código Civil: No hay contrato sino cuando concurren estos requisitos:

1º Consentimiento de los contratantes.

2º Objeto cierto que sea materia del contrato.

3º Causa de la obligación que se establezca.

Se han de cumplir los 3 requisitos.

Como se han de cumplir los 3 (y para que no se haga muy largo el artículo) con demostrar que no se cumple uno de ellos y quizás el más importante, que es el consentimiento de las partes, estará demostrado que el Contrato Social no tiene validez.

Hay que recordar que el consentimiento debe estar ausente de vicios (error, dolo, violencia o intimidación), de lo contrario no tiene ningún tipo de validez.

¿De qué forma puede darse el consentimiento?

De dos formas:

1) De forma explícita: Hay consentimiento expresado de forma clara y detallada (verbal o escrito).

2) De forma implícita: Hay consentimiento a través de los actos.

También existe una tercera forma, que son los contratos hipotéticos. Por ejemplo, si estoy perdiendo sangre y no soy consciente de lo que está ocurriendo y alguien me lleva al hospital para que me hagan una transfusión, no hay consentimiento pero se imagina que de poder reaccionar yo aceptaría. Pero este contrato no viene al caso.

El primero es el más fácil de desmontar, desde el momento en el que no he manifestado ni verbalmente ni de forma escrita mi consentimiento, este contrato es nulo. Yo no he aceptado participar de ningún tipo de sistema político, no me he adscrito a él.

El segundo es más complejo porque debe probarse a través de los actos, hay varios.

1) Consentimiento implícito pasivo.

2) Consentimiento implícito por aceptación de prestaciones.

3) Consentimiento implícito presencial.

4) Consentimiento implícito mediante participación.

El consentimiento implícito pasivo establece que si una de las partes no tiene ningún tipo de objeción a la formulación que ha hecho la otra parte, ese contrato es válido.

Ejemplo: Si en el Consejo de Administración de Inditex, Pablo Isla dice: «Vamos a llevar a cabo la acción ‘a’, ‘b’ y ‘c’, ¿alguna objeción?». Si no hay ninguna objeción, el contrato es válido. En cambio, si añade: «Si alguien se opone se lleva una paliza» no es válido.

Consentimiento implícito por aceptación de prestaciones: Esto se ve muy claro si, por ejemplo, acudo a una clínica médica y solicito una serie de servicios, al pedirlos estoy dando mi consentimiento de que tengo que pagarlos una vez me hayan proporcionado esos servicios.

Si digo «vengo a hacerme ‘x’ prueba» yo estoy aceptando ese contrato, en cambio si el médico me dice: «Te vamos a hacer también ‘y’ prueba» y tú manifiestas que no le vas a pagar dicha prueba porque no se la has pedido, aún proporcionándote esa prueba no tienes obligación de pagársela, de la misma manera que si voy a un restaurante y el dueño me pone más platos de los que he pedido, si yo he manifestado que no los quiero y aunque me los coma, no tengo obligación de pagarlos. El disenso explícito prevalece sobre el consentimiento implícito.

Consentimiento implícito presencial: Establece que si una de las partes formula una propuesta mediante la cual se dice que si la otra parte hace acto de presencia en «x» lugar, ese contrato es válido.

Ejemplo: Si yo digo le digo a un amigo: «Si vienes mañana a mi casa, yo te invito a comer pero tú me tienes que ayudar a recoger la cocina». Si ese amigo viene a mi casa ha aceptado que luego tiene que ayudarme a recoger, hay consentimiento. En cambio, si digo: Vengas a comer o no, me vas a tener que ayudar a recoger la cocina, el contrato es nulo, puesto que no hay alternativa que no dañe sus derechos, sino imposición.

Y por último, el contrato implícito por participación, que es algo así como que todas las partes implicadas acordamos participar en un sistema y cumplir con el resultado. Por ejemplo, si 5 personas compramos un libro para la universidad y decidimos que hacemos un sorteo y el que gane se queda con el libro y el resto lo tienen que fotocopiar, al participar todos están dando su consentimiento implícito.

Bien, pues el Estado no cumple ninguno de los consentimientos implícitos, porque en ninguno hay posibilidad de rechazarlos sin que se conculquen los derechos del individuo. Hay dos «argumentos» muy utilizados pero que no tienen validez:

Uno es que al usar un servicio público estás aceptando el C. Social, cuando no has podido elegir pagar ese servicio y lo único que haces es ya que lo pagas a punta de pistola, usarlo. Recordemos que lo uses o no lo uses tienes que pagarlo previamente, cero consentimiento.

Y otro se basa en: «Bueno, si no aceptas lo que el Estado dice te puedes marchar del territorio», como si el Estado hubiera adquirido algún derecho sobre ese territorio y sus propiedades cuando si tiene la «propiedad» ha sido conseguida de forma ilegítima a través del expolio, el crimen y la sangre. Por tanto, este argumento también es malo.

Con lo cual, vemos que el Contrato Social no tiene ningún tipo de validez, sino que es más bien una suerte de creencia sin ningún tipo de respaldo, puro esoterismo.

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Una respuesta a “Desmontando el Contrato Social.”

  1. […] Lo verdaderamente inmoral es la utilización del aparato estatal para extraer dinero a los ciudadanos a través de la violencia, una violencia que es el medio a través del cual se sostiene un Estado. El Estado es, como decía Max Weber, el monopolio de la violencia, y sin esta violencia legalizada no podría subsistir ningún Estado. Aquí ya nos encargamos de desmontar la mentira de el Contrato Social. […]

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