En un debate que mantuvieron recientemente el abogado Rubén Gisbert y el economista Juan Ramón Rallo, discutieron acerca de la posibilidad de combinar la democracia con el liberalismo, aunque también tratando de encontrar los puntos débiles de ambas partes. Rallo explicaba que la «libertad colectiva» (que a modo de resumen se puede definir como la capacidad de una nación para elegir su forma de gobierno, de establecer una Constitución en la que todos participen y a la que se sometan y que, entre todos, puedan decidir sobre su propio destino en conjunto) a la vez que puede permitir la libertad de ciertas minorías también se las puede acabar negando, una especie de arma de doble filo, a lo que Gisbert argumentaba que no se había dado nunca en la historia y que, por tanto, era poco probable que sucediera.
Me gustaría hacer una serie de reflexiones en relación a este debate, la primera es que sí creo que tanto el liberalismo como la democracia son compatibles, a pesar de las diferencias entre una ideas y otras, creo que puede haber un punto de encuentro. Una democracia en la que se respete la mayor parte de la esfera privada de las personas puede ser posible.
El liberalismo busca una ampliación de las libertades individuales, mientras que la democracia busca la forma en que una mayoría se auto-gobierne a sí misma. Sin embargo, puede darse perfectamente el caso de que la mayoría decida no inmiscuirse en la mayoría de las decisiones personales de cada individuo y que las respete.
En cuanto a la cuestión planteada al principio del artículo sobre la «libertad colectiva», decía Rubén Gisbert que nunca en la historia se había dado el caso de que una mayoría hubiera ido en contra de sus propios intereses, es decir, que la mayoría hubiera ido en contra de la mayoría. Aquí hay un problema que es el siguiente: ¿qué se entiende por mayoría de la población?
Hay dos opciones posibles, que Rubén se refiera a mayoría del censo electoral, en el cual una mayoría de este censo no va a ir en contra de esa mayoría, y otra opción es que se refiera a la mayoría de habitantes del territorio. La cuestión es importante, porque si nos referimos a la mayoría del censo electoral este censo puede estar compuesto por un porcentaje minoritario de la población pero puede decidir sobre la mayoría de la población de ese territorio, recordemos la época en la que sólo los hombres blancos estadounidenses podían votar, mientras que las mujeres y los hombres negros no. Aquí tendríamos un ejemplo histórico en el cual una minoría de la población se impondría sobre la mayoría, todo amparado perfectamente por la democracia.
En EEUU el «demos» estaba muy restringido, afectando sólo a una minoría concreta, pero aún así había democracia. La otra opción es que nos queramos referir a la mayoría de la población, aunque el resultado es básicamente el mismo, una minoría (hombres blancos estadounidenses) decidiendo sobre una mayoría (mujeres y hombres negros).
Por tanto, aquí encontramos un caso en el cual una minoría podía someter a una mayoría con el permiso de la democracia, bien es cierto que no es el caso al que se refiere Rubén con «la mayoría nunca va a ir en contra de la mayoría» pero es incluso peor, ya que se trata de una minoría imponiendo su voluntad a una mayoría, y todo esto en democracia, lo cual resulta más paradójico.
De la misma manera que una sociedad puede, a través de la «libertad colectiva», reconocer la libertad de ciertos grupos (como ocurre en la actualidad), también se la puede acabar negando (como ocurrió en el pasado), y ambas opciones son perfectamente compatibles con una democracia formal.
A lo largo del debate, Gisbert repitió varias veces que (a diferencia del liberalismo defendido por Rallo) lo suyo (democracia formal) no es una ideología, sino que son unas reglas de juego.
Sin embargo, creo que se equivoca de forma radical, ¿cómo que la democracia formal no es una ideología?, si entendemos ideología por «conjunto de ideas», por supuesto que lo es. ¿Por qué la democracia sí y monarquía no? Pues porque entiende que las ideas en las que se basa la democracia (igualdad ante la ley, mayor capacidad de decisión para la mayoría, etc) son más justas o son mejores que el resto, y esas son unas ideas que no son entendidas así por todo el mundo, para otra persona la monarquía puede ser más justa que la democracia.
Creer que las ideas propias no son ideología sino que son verdades absolutas es caer en un error grave, porque se está tratando de presentar como ciencia algo que no es ciencia.
Otro problema que mencionaron en el debate es el de la ignorancia de los votantes, que es algo intrínseco de la democracia, pero no porque los ciudadanos sean muy tontos o muy vagos por no querer informarse, sino porque el coste de oportunidad para informarse debidamente puede ser tan alto (conocer bien a los candidatos, estar al día en la actualidad política, informarse en distintos medios y contrastar una por una la información, etc) que unido a la poca incidencia del voto particular del ciudadano en el resultado final, hace que este ciudadano no se informe correctamente. Si es más probable que me caiga un rayo a que mi voto sea decisivo en unas elecciones, yo tenderé a no informarme debidamente, ya que el coste será muy alto para un beneficio muy escaso.
Estos son sólo algunos de los problemas que se plantearon en el debate, la democracia tiene más problemas que los mencionados (legitimidad, contrapesos efectivos, etc) en los que no vamos a entrar en esta ocasión, quizás lo trate en algún artículo más adelante.
Por concluir, la democracia es una ideología y esta ideología puede servir para que una minoría se imponga sobre la mayoría, basta con que la minoría poderosa le niegue la libertad a la mayoría, como ya ha ocurrido en la historia.

Una respuesta a “Algunos problemas de la democracia.”
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