El capitalismo y el trabajo infantil.


Desde siempre se ha criticado al capitalismo desde múltiples aspectos, algunas de estas críticas están más que justificadas, otras no tanto, y otras críticas directamente rozan lo absurdo.

Una vez que se comprobó que el capitalismo y la creación de riqueza no sólo no hacía aumentar el número de pobres sino que sacaba cada vez a más y más gente de la pobreza, incorporando a esta gente al proceso productivo de cooperación social y a la división del trabajo, y que al mismo tiempo que la población mundial crecía más rápidamente que nunca el número de pobres seguía en descenso, es cuando las críticas otrora centradas en los resultados del capitalismo en cuanto a la eficacia o no para sacar a gente de la pobreza y no tanto en cuestiones como la contaminación o la idea de que modifica las relaciones sociales entre las personas, pasaron a centrarse en estas últimas de una forma más notoria. Hoy en día la importancia que se da a la cuestión ecológica no es la misma que la que se daba hace 100 años, por ejemplo.

No diremos que las críticas morales o sobre las externalidades negativas (contaminación) no estuvieran anteriormente, pero sí que adquirieron más fuerza a raíz de que, la pobreza se haya reducido de manera global de una forma nunca vista en toda la historia de la humanidad, ya que no hay sistema económico que haya sacado a más gente de la pobreza como el capitalismo, eso es un hecho indudable. A pesar de que sea un hecho difícilmente rebatible, pues los datos son los que son, aún hay quienes siguen creyendo que el capitalismo ha aumentado el número de pobres o que dependiendo de dónde coloquemos el nivel de umbral de la pobreza, el capitalismo ha incrementado el número de pobres. La realidad es que definamos como definamos la pobreza extrema, esta desciende desde 1990 (y desde mucho antes).

De tal manera (y como se puede observar en el artículo enlazado más arriba) que si ponemos el umbral de la pobreza extrema en los 3’2 dólares diarios, la tasa de pobreza extrema pasaría del 55’1% en 1990 al 26’2% en 2015, o si la colocamos en los 5’5 dólares diarios, la tasa de pobreza extrema pasaría del 67% en 1990 hasta el 46% en 2015. Todo esto en apenas 25 años. 

Esta reducción de la pobreza no quiere decir que todo esté perfecto ni muchísimo menos, pues no hemos de conformarnos con reducir la pobreza extrema y no extrema, sino que hemos de seguir buscando la forma de erradicarla por completo. Ni hemos de caer en el pesimismo ni hemos de caer en la complacencia.

De hecho uno de los mejores halagos que desde la izquierda mundial y desde aquellos contrarios al capitalismo en general se puede hacer al capitalismo, y de hecho lo hacen, es el de centrar sus agendas políticas más en la “desigualdad” que en la “pobreza”, una vez visto que el debate sobre el capitalismo y la pobreza cada vez es más difícil de sostener, ahora dirigen sus miradas a la desigualdad en la redistribución de la renta y el patrimonio. Sin embargo, no vemos las agendas políticas de los partidos progresistas enfocadas a la reducción de la pobreza como sí a la reducción de la desigualdad.

En el artículo de hoy, me gustaría centrarme en una cuestión que hoy sigue vigente, por desgracia, y es sobre el trabajo infantil y en cómo ha influido el capitalismo en esta cuestión.

Como sabemos, el trabajo infantil aún existe en países en vías de desarrollo como la India o Bangladesh (entre otros) y sin duda es algo que nos sobrecoge al comprobar que aún quedan lugares donde el trabajo infantil se sigue produciendo.

Sin embargo, cuando hablamos del trabajo infantil a día de hoy no debemos caer en la simpleza, sino que hemos de ser cuidadosos al tratar un tema tan importante, hemos de preguntarnos el por qué hay a día de hoy trabajo infantil y por qué lo ha habido durante toda la historia de la humanidad.

Es innegable que a lo largo de toda la historia de la humanidad el trabajo infantil ha sido una constante, tanto antes de la Revolución Industrial como después (aunque en menor medida), ¿por qué había trabajo infantil?, pues porque los padres necesitaban ayuda de los hijos para poder sacar la familia adelante tanto si era en el campo como si era en las fábricas, el trabajo infantil no se producía por capricho de los padres, sino porque era necesario para la supervivencia de las familias.

Sin tener que irnos a la India o a muchos siglos pasados, podemos comprobar mismamente como en la “España Franquista” eran muchos los niños que abandonaban el colegio a muy temprana edad para ayudar a sus familias en las labores del campo (en aquellas zonas más agrícolas), justamente una de las razones por las que se tenía tantos hijos era precisamente para que ayudaran a la familia a conseguir los ingresos necesarios para la subsistencia de dicha familia.

De hecho en España, y aunque hubo anteriormente leyes contra el trabajo infantil, en 1944 se estableció la prohibición de los menores de 14 años al trabajo, algo que si bien se materializó por la vía legal, en absoluto llegó a materializarse en la práctica.

Por tanto, por mucho que existan leyes que prohíban una determinada cuestión, si no se dan las condiciones necesarias para que esa cuestión no se produzca (trabajo infantil) no se llegará a hacer efectiva dicha ley.

¿Qué condiciones se tenían que dar y que hoy se dan?

La condición que hoy se da, y que a lo largo de toda la historia no se dio hasta la irrupción de la Revolución Industrial, no es otra que el gran incremento de la productividad en el trabajo. Gracias a este incremento bestial en la productividad, hemos pasado de tener una renta per cápita a nivel mundial de 1.130 dólares al año (1820) a tener una de 12.400 dólares anuales (2010), y a esto hay que sumarle el hecho de que la población mundial se ha multiplicado por 7 desde entonces, pasando de algo más de 1.000 millones de personas en el año 1820 hasta los casi 7.000 millones del año 2010, hoy en día somos casi 8.000 millones de  personas en el planeta.

Este gran incremento de la productividad que ha hecho que con muchas menos horas de trabajo consigamos muchos más beneficios, ya que por ejemplo en el año 1800, un trabajador promedio tenía que trabajar 6 horas para poder permitirse una hora de luz, en cambio en el año 2011 sólo se necesitaba de 0’5 segundos para lo mismo (véase “The Rational Optimist: How Prosperity Evolves”, by Matt Ridley). Hemos conseguido aumentar muchísimo la productividad de una forma sostenida y que lo que antes costaba mucho más hoy en día cuesta mucho menos.

Esto ha sido lo que ha permitido que el trabajo infantil no sea necesario y sea repudiado (y con razón) en todos aquellos países desarrollados, no se entendería la abolición del trabajo infantil en países como España, Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Alemania, etc, sin el gran incremento de la productividad que se ha producido en los últimos 200 años. Obviamente el incremento de la productividad no ha sido el único factor que ha provocado que el trabajo infantil no se produzca en estos países, pero sí ha sido el factor clave.

Otra cuestión que no parecen tener en cuenta aquellos que quieren abolir el trabajo infantil en aquellos países donde aún existe es la siguiente: ¿Qué harían esos niños en el caso de no poder trabajar?, ¿de verdad se creen que irían a la escuela y que posteriormente se graduarían en la Universidad?, ¿o más bien aquellas familias verían como se dificultan sus vidas al impedir a los niños ayudar a la subsistencia de dicha familia?

Que el trabajo infantil es una cuestión que nos conmociona a todos es un hecho, y todos queremos que deje de producirse, ¿pero cuál es la alternativa?, Álvaro Martín expuso brillantemente como la inversión extranjera acompañada de transferencias de conocimiento tenían un claro impacto sobre la productividad de estos países. Esta podría ser una alternativa para, al tiempo que se implementa y que se desarrolla, conseguir que cada vez sea menos necesario el trabajo infantil en aquellos países emergentes, lo que no es una alternativa es la prohibición mediante la ley sin que ello lleve aparejado un aumento de la productividad, porque ya hemos comprobado que por mucho que se prohíba una determinada acción si no se dan las condiciones necesarias para que no se lleve a cabo no será más que papel mojado. 

Es también importante la cooperación entre países para poder intercambiar el saber hacer (Know-how) y que ya no sólo a través de las inversiones extranjeras se pudiera desarrollar un país en vías de desarrollo, sino que pudieran crear y establecer sus propios modelos en base a conocer otros modelos que funcionen.

En definitiva, si de verdad queremos acabar con el trabajo infantil, y creo que es algo con lo que todo el mundo estará de acuerdo, hemos de conseguir que aquellos países donde aún se da esta circunstancia consigan incrementar su productividad, consigan generar valor, consigan desarrollarse, y en definitiva, que consigan salir de la situación de pobreza que aún arrastran y que esto haga que el trabajo infantil sea innecesario.

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