Cinco malos argumentos para justificar los impuestos


A lo largo de la historia siempre han existido sociedades (no todas, ni mucho menos) en las que una serie de personas (gobernantes) han sustraído recursos de otras personas (gobernados) a través de figuras impositivas. Estas figuras podían recibir el nombre del «diezmo» en la Edad Media, el nombre de «tributo» en el Imperio Romano o los distintos nombres que reciben en nuestras sociedades actuales, ya sean impuestos, tasas, cotizaciones sociales, etc.

Con la cuestión de los impuestos solemos encontrarnos generalmente con dos posturas radicalmente en contra, por un lado aquellos que creen que los impuestos no sólo son necesarios sino que son justos, y por otro lado la postura que dice que no sólo no son necesarios sino que además son un robo. Naturalmente no hay sólo dos posturas acerca de este tema, también hay posiciones que afirman que son necesarios ciertos impuestos y que otros son injustos, otras posiciones que afirman que aún siendo los impuestos un robo, son algo necesario, etc. Sin embargo, en este artículo nos centraremos en mostrar las carencias de algunos argumentos a favor de la mera existencia de los impuestos.

Podemos encontrar muchos argumentos a favor de los impuestos que no son precisamente buenos, para esta ocasión analizaremos cinco de estos argumentos.

Argumento 1: «Los impuestos son el precio a pagar por vivir en sociedad»

Según este argumento, al nacer dentro de una sociedad estamos creando una especie de vínculo contractual por el cual nos vemos obligados a pagar una serie de impuestos durante el resto de nuestras vidas. De acuerdo a este razonamiento, si una persona no abandona ese territorio está dando a entender que acepta las condiciones y las reglas que le están siendo impuestas.

Este argumento es problemático por varios motivos, el primero es que está apelando al consentimiento implícito en lugar de al consentimiento explícito, ya que aunque una persona dijera que no quiere pagar impuestos, que sería el disenso explícito, a cambio también de no disfrutar de los beneficios de estos impuestos, el acto de no abandonar el país lo interpretarían como un consentimiento implícito. El problema no es apelar al consentimiento implícito en sí, ya que este consentimiento puede tener sentido, sino la forma en que se hace.

Veamos un ejemplo de consentimiento implícito correcto:

Imaginemos una reunión de amigos donde quedan para tomarse unas cervezas mientras están viendo un partido de fútbol, en un punto de la reunión uno de los amigos plantea el encargar comida a domicilio. El muchacho se dirige a sus amigos y les dice:«Voy a pedir pizzas para todos y lo pagaremos a medias, ¿alguien está en contra?» Si nadie se opone a ello, se puede dar por válido el consentimiento. Aquí habría un consentimiento implícito pasivo.

Ahora bien, si el muchacho (a lo dicho anteriormente) añadiera «y si alguien se opone se lleva una paliza», estaría viciando el contrato por medio de la coacción, con lo que no sería válido. Una situación similar ocurre con el Estado al ofrecer la alternativa de irse del país si uno no se quiere someter a sus normas, leyes y pago de tributos.

Para empezar, el Estado no es el dueño legítimo del territorio, ya que no ha obtenido su propiedad de forma pacífica en ningún momento de la historia, los Estados se hacen con el poder en un territorio a través de la conquista, del crimen y de la guerra, con lo que en ningún momento se adueñan de un territorio de forma pacífica. Dar validez a esta forma de actuar sería como decir que si una persona es más fuerte que otra y la somete, la más fuerte se convierte en propietaria legítima de las propiedades del vencido.

Otra objeción a este argumento es que se podría decir que la alternativa a permanecer en el territorio sería tremendamente desproporcionada. Si a una persona que se niega a pagar impuestos, se le dice que la única posibilidad para que no pague esos impuestos es la de que abandonde el país, cabe decir que esa es una alternativa desproporcionada. Podrían existir muchas otras alternativas, pero justamente esa supondría abandonar a la familia, amigos, seres queridos, las propiedades, el trabajo, etc. Con lo que no es posible afirmar que esta sea un alternativa razonable, sino que es una alternativa altamente costosa.

(Estos dos últimos párrafos se siguen con el siguiente argumento)

Argumento 2: «Aceptas los impuestos y las normas al no abandonar el país»

Este argumento también es problemático, ya que se está diciendo que si una persona no abandona un territorio al mismo tiempo que considera que muchas de las leyes o normas que se aplican son injustas e ilegítimas, o que los impuestos son un robo, esa persona estaría dando su consentimiento implícito al permanecer en el país.

El consentimiento implícito tiene sentido en ciertas ocasiones, por ejemplo, cuando vamos a un restaurante y pedimos un plato de comida, al pedir ese plato de comida estamos aceptando de forma implícita (a través de los actos) que pagaremos por ese servicio, aunque no demos el consentimiento explícito (a través de las palabras). Esto se denominaría «consentimiento implícito por aceptación de prestaciones».

En este ejemplo, veríamos perfectamente como se produce un acuerdo implícito, ya que el cliente estaría aceptando de forma consciente el posterior pago de los servicios prestados al pedir el plato de comida en el restaurante.

En el caso del «Contrato Social implícito por aceptación de servicios prestados» (por denominarlo de alguna forma) no podríamos encontrar ninguna similitud ya que no se habría producido en ningún momento esa aceptación previa del consentimiento, ya que desde el mismo nacimiento se habría impuesto al futuro ciudadano que es un recién nacido, por lo tanto sería un contrato viciado y nulo.

Tampoco es un argumento especialmente sólido a poco se que trata de desmontar dicho argumento, quienes defienden este argumento deberían responder a las siguientes preguntas:

¿Dirían que una persona acepta las leyes y/o normas de un país al no abandonarlo en el caso de las mujeres en ciertos países de África o en países del sur de Asia?, ¿dirían lo propio con los homosexuales en muchos países de África o también del sur de Asia?

Siguiendo con la lógica argumental, tendrían que admitir que tanto las mujeres como los homosexuales están dando su consentimiento a ser ciudadanos de segunda y a sufrir discriminación legal (que en muchos casos puede acabar en pena de muerte) al no abandonar el país. Y yendo más allá, también tendrían que admitir que los judios que no abandonaron Alemania durante el periodo nazi con la aplicación de las conocidas «Leyes de Núremberg» estarían de acuerdo con estas leyes, unas leyes que atacaban a los judios por el mero hecho de ser judios y que dieron pie a los crímenes más atroces ejecutados durante (y por) el nazismo.

Argumento 3: «No se puede ir preguntando a todos los ciudadanos si desean pagar impuestos».

Este probablemente sea uno de los argumentos más débiles de todos, ya que está diciendo que como (a juicio del emisor) no se puede preguntar ciudadano por ciudadano si acepta el pago de una serie de impuestos, de leyes y de normas, estas habrían de imponerse de forma violenta a través de la fuerza.

Lo que no parece quedar claro, viniendo de esta afirmación, es el por qué no se puede preguntar a cada ciudadano si acepta el contrato. ¿Qué razón especial hace que para cualquier otra cuestión sí sea necesario el consentimiento de las partes pero para esta no?

Y por otro lado, ¿qué impedimento hay a preguntar a cada ciudadano si quiere o no quiere sufragar los impuestos?, ¿para confiscar el dinero de los ciudadanos si se podría ir persona por persona pero para pedirles su consentimiento no?, ¿qué diferencia en origen habría entre una mafia y un Estado?

Imaginemos lo que pasaría si trasladasemos este argumento a una empresa o a un particular, ¿estaría justificado que Mercadona o Zara obligaran a los ciudadanos a consumir de forma obligatoria sus servicios o sería un crimen? Evidentemente, casi nadie afirmaría que dichas empresas estuvieran actuando de una forma correcta. De la misma manera que si un ciudadano particular comenzara a obligar a sus vecinos a pagar por sus servicios mediante la fuerza.

Argumento 4: «Los impuestos son necesarios».

Aquí vamos a suponer que esta afirmación es correcta, aunque estamos en absoluto desacuerdo, pero eso ya daría para otro debate. En este artículo ya hablamos sobre ello.

Esta es una visión claramente consecuencialista, ya que daría igual el origen de los impuestos mientras dicha recaudación fuera destinada a ciertos servicios que el emisor del argumento considere importantes. Como esos servicios son importantes, los impuestos no podrían ser un robo, ya que el fin conseguido es (a juicio del emisor) positivo.

El problema con este argumento es que el «fin» es irrelevante para calificar a los impuestos de robo o de no robo, ya que si son un robo lo son en origen y no en destino. Un robo no deja de ser robo por el hecho de que se haga el bien con ese dinero confiscado.

Por ejemplo, una visión consecuencialista podría ver bien el hecho de que Manolo le robara 1.000 euros a Juan si finalmente no sólo le devuelve los 1.000 euros robados, sino también si le da 5.000 euros por haber invertido muy bien los 1.000 euros robados. Sería el más claro ejemplo de que «el fin justifica los medios».

Si los impuestos pueden llegar a financiar servicios que pueden ser importantes es otro tema, pero que sirvan o que no sirvan para financiar esos servicios no quita para que su origen sea ilegítimo y, por tanto, sean un robo.

Argumento 5: «Has disfrutado de servicios gracias a los impuestos y debes una cantidad de dinero a la sociedad».

La lógica de este argumento es la siguiente:

Como a lo largo de nuestra juventud hemos disfrutado de una serie de servicios por los cuales no hemos pagado, como sanidad, educación, defensa, justicia, etc, estaríamos en deuda con el resto de la sociedad prácticamente de por vida. Este argumento cae en las mismas trampas que las mencionadas anteriormente y en otras distintas.

La cuestión que no parece plantearse este argumento es la de que esos servicios prestados no han sido pedidos en ningún momento, y no solo esto sino que la educación (por ejemplo) es un servicio de obligado cumplimiento.

Esta misma lógica habría justificado que los esclavos le debían lealtad de por vida a los amos por el hecho de recibir alimento, seguridad frenta otros peligros y alojamiento por parte de estos.

Tanto los esclavos como los ciudadanos son forzados a estar dentro de un sistema al cual no se han adherido voluntariamente, ni los esclavos han consentido su esclavitud ni los ciudadanos han consentido el pago de impuestos, con lo que realmente no le deben absolutamente nada ni a los esclavistas ni a los Estados. Es más, no sólo no le deben nada sino que tanto los amos como los Estados estarían en deuda con estas personas, por haberles arrebatado parte de sus libertades.

Observemos que para este argumento ni siquiera hemos tenido en cuenta el pago de impuestos que los padres de todos los infantes han hecho durante toda su vida.

En definitiva, estos son sólo cinco de los muchos argumentos que se esgrimen en favor de la existencia de los impuestos, argumentos que espero haber desmontado de cara al lector. No en vano, es difícil encontrar buenos argumentos en favor de los impuestos que no caigan en varias contradicciones o que sean rematadamente absurdos.

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2 respuestas a “Cinco malos argumentos para justificar los impuestos”

  1. En el argumento 5 no me acabas de convencer, me surgen dudas:
    Por ejemplo veo un fallo si en vez de utilizar la educación se utiliza la sanidad estatal como argumento. No es obligatorio para un niño ir al hospital si está enfermo pero si va, ¿ se podría considerar consentimiento implícito?
    Otro tema es que un niño no pueda consentir, pero me surgen dudas en ese aspecto con relación al consentimiento y la relación con los padres.
    Por otro lado si los padres no pueden pagar sanidad privada por costes, impuestos y regulaciones del mercado, si lo llevan a la sanidad pública, ¿ sería consentimiento implícito ?

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    • Lo sería si los padres pudieran elegir si pagar la sanidad pública o no, como no pueden elegir si pagarla o no porque es obligatorio y no hay alternativa, no se puede considerar consentimiento implícito. Si dijeran: Ustedes si no hacen uso de la sanidad pública, no tendrán que pagarla.
      Ahí si estarían aceptándola si la usaran, pero no hay alternativa similar.

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