La inmigración y el libre comercio.


Una cuestión que suele polarizar bastante a progresistas y conservadores es el tema de la inmigración, por regla general, los sectores más progresistas de una sociedad serán más favorables a la libre inmigración, o a la inmigración sin límite, y los sectores más conservadores pondrán todas las trabas posibles con el fin de disminuirla y de contenerla lo máximo posible. Ya decimos, esto ocurre por regla general, ya que podemos encontrar a sectores de izquierda que defienden un control fuerte de la inmigración y a sectores de la derecha que defiendan la inmigración en base a posibles beneficios económicos.

Cuando se plantean distintas formas de actuar para combatir la inmigración se proponen medidas como un mayor control en las fronteras, una mayor exigencia para los inmigrantes que aspiren a trasladarse al país, etc, la alternativa que casi nunca se suele plantear es la siguiente: El libre comercio sin restricciones.

Para este artículo nos vamos a apoyar en la tesis del economista y filósofo de la Escuela Austríaca, Hans-Hermann Hoppe, que en su libro «Democracia, el dios que fracasó» nos habló de cómo el libre mercado sin trabas, esto es, sin aranceles, sin políticas proteccionistas,etc, tendía a disminuir la inmigración hacia los países donde se disfruta de mayores salarios.

Veamos algunos extractos del libro:

«La relación entre comercio e inmigración parece ser inversamente proporcional, pues si aumenta aquel (o esta) menos se necesita de esta (o aquel). Permaneciendo lo demás igual, los negocios se trasladan a las áreas de bajos salarios, mientras que el trabajo busca las de salarios altos, determinando una tendencia a la equiparación salarial (para el mismo tipo de trabajo) y a la óptima localización del capital. Pero las fronteras políticas que separan las zonas de altos y bajos salarios, así como las políticas inmigratorias y comerciales nacionales, debilitan esas tendencias normales -inmigración y exportación de capital-. Si los productos mexicanos -provenientes de un área de bajos salarios pueden entrar libremente en un área de salarios más elevados como los Estados Unidos, el incentivo de los mexicanos para trasladarse a los Estados Unidos será menor. Pero si a los productos mexicanos se les impide el acceso al mercado americano, la atracción ejercida por los Estados Unidos sobre los trabajadores mexicanos será mayor. Del mismo modo, si los productores de los Estados Unidos pueden comprar y vender libremente a los productores y consumidores mexicanos, la exportación de capitales americanos a México disminuirá; sin embargo, si los productores de los Estados Unidos no pueden hacer eso, será más fácil que trasladen su producción a México.»

Esto parece algo obvio, y es que mientras las empresas tenderán a ubicarse en aquellos lugares donde los costes de producción sean menores, los trabajadores de todos los lugares del mundo tenderán a ubicarse allí donde los salarios sean mayores. El comercio entre unos países y otros, especialmente en los países pobres, consigue que progresivamente los salarios vayan aumentando como consecuencia de un mayor crecimiento económico y una mayor productividad, en cambio, si a este crecimiento se le ponen trabas como la política proteccionista de países ricos o de regiones económicas cerradas (Unión Europea), este proceso se interrumpe y los trabajadores de países pobres tenderán a querer trasladarse a aquellos lugares donde los salarios son más altos. Si las empresas que se ubican en un país para reducir sus costes de producción, empiezan a tener beneficios extraordinarios, rápidamente provocará que otras empresas se ubiquen en ese país para tratar de arrebatar a esa empresa dichos beneficios extraordinarios, con lo que progresivamente habrá un mayor número de empresas y los salarios serán crecientes.

Sigue Hoppe:

«Si un área de altos salarios como los Estados Unidos se comprometiera sin reservas con el libre comercio, tanto en el exterior como en el interior, la presión inmigratoria desde los países de bajos salarios se mantendría baja o se reduciría y la inmigración dejaría de ser un problema acuciante. Por otro lado, en la medida en que los Estados Unidos optaran por una política proteccionista contra los productos de las áreas de bajos salarios y políticas sociales en el interior, esa presión se mantendría alta o incluso aumentaría, ocupando este asunto un lugar privilegiado en la agenda política.»

Aquí Hoppe incide en esta idea, mientras que las trabas al libre comercio impiden el flujo comercial entre los ciudadanos de los distintos países, esto provoca que los trabajadores de países pobres sientan una mayor necesidad de emigrar hacia los países con salarios más elevados, mientras que al revés ocurre justo lo contrario.

Otra cuestión importante es que, mientras el comercio se produce con el consentimiento y la voluntariedad de las partes, la inmigración no se produce de la misma forma. Si un ciudadano español desea comerciar con un ciudadano turco, estos se prestan de forma voluntaria al intercambio del bien o servicio en cuestión, ambos aceptan el intercambio, aquí vemos que las partes están de acuerdo. Mientras que con la inmigración no ocurre esto, sino que es el Estado que (de forma unilateral) integra de manera forzosa a un ciudadano extranjero con el resto de ciudadanos nacionales, unos ciudadanos nacionales que quizás no quieran que ese ciudadano extranjero resida en su país, pero que el Estado impone a través de la fuerza, aquí vemos como no se produce un acuerdo, sino una imposición.

Sobre el coste de las políticas proteccionistas, aquí ya tuvimos ocasión de comentarlo.

Tanto los partidarios de la inmigración, en base a que desean una mejora de las condiciones de vida de los inmigrantes, y tanto como los partidarios de políticas restrictivas para con la inmigración, que desean una reducción de la inmigración, deberían apostar por una solución que beneficiaría a ambos, esto es, permitir el libre comercio para que aquellos ciudadanos de otros países no sientan la necesidad de emigrar a otros países más ricos en busca de una mejor vida.

Ha sido gracias al comercio cuando la inmensa mayoría de los países han conseguido crecer económicamente y sacar cada vez a más gente de la pobreza, un comercio que, a pesar del proteccionismo, ha permitido que el nivel de vida se eleve como nunca antes se había elevado en toda la historia de la humanidad.

Los motivos para defender el libre comercio son muchos, este sólo es un motivo más que no hace más que demostrar que el libre comercio beneficia a aquellos que ofrecen un mejor servicio al consumidor y a un menor precio, mientras que el proteccionismo sólo beneficia a aquellas empresas que están involucradas en él y a sus trabajadores, como ya comprobamos.

En definitiva, tanto si se quiere limitar la inmigración como si se quiere incrementar el bienestar de los extranjeros, la solución pasa por permitir el libre comercio. Mientras se perjudique a los países pobres con políticas proteccionistas seguirá habiendo inmigración, tanto legal como ilegal.

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